EL UNO de Sacachispas salió de las sombras.
Entró por "tomatito" Herrero cuando tuvo que tapar una pelota comprometida y el bruto ese del falso nueve le puso la pierna de sombrero. En su lugar entró el otro UNO, ese que no existía, el que no tenía nombre, el que vivía sentado en el banquito largo de madera astillada que estaba debajo del techito de metal que lo aislaba de la tribuna, de la lluvia y del solazo de ese mediodía.
Tuvo la desgracia y la buena suerte de entrar para atajar un penal que no provocó. Se puso los guantes y entró con el pie derecho. Se llevó los dedos a la boca y dibujó en el aire una cruz al revés. Pensó en eso, en lo nervioso que estaba y en "tomatito" Herrero, al que sacaban con su pie, también derecho, pero en la cabeza.
Cruzó la línea, entró en la cancha y corrió hasta su arco. Se paró enfrente del falso nueve, chocó sus guantes y rezó al revés.
Sonó el silbato del árbitro equivocado y cerró los ojos. Un poco por miedo y otro poco porque en ese momento una nube rezagada, lenta y pesada se movió dejando al sol que lo ciegue.
Se quedó parado, frío, congelado. Llegó a oir lo que pareció ser el cuero de la bota golpeando el cuero de la bola.
Por un segundo no oyó más nada, después sí, la hinchada gritando "uhhh" seguido de un cantito que no llegaba a identificar.
Estaba aturdido. Cuando abrió los ojos, ni la pelota, ni el nueve, ni sus compañeros estaban ahí. Se habían ido. Estaban corriendo detrás del balón, pasando la mitad de cancha, llegando al área contraria.
No lo supo hasta el final, cuando sus compañeros se acercaron a felicitarlo. Ninguno le había atajado un penal al famoso falso nueve y menos de esa manera tan fría.
Estuvo un tiempo más debajo de los palos esperando a que el otro UNO, "tomatito", volviera con la pierna en su lugar y lo devuelva al banquito de madera, largo y astillado, oculto debajo del techo de metal que lo aislaba de todo y lo devolvía al olvido... o a ese falso recuerdo que atesoraba en ese pedacito de periódico recontradoblado, en el que aparecía él en una foto agrisada del momento exacto del penal, cuando el pelotazo del bruto ese le dió en toda la cara y en el que la crónica debajo de la intantánea, describía como: "una proeza exagerada de un portero inconsciente pero valiente, que enfrentó aquél disparo con desafiante hidalguía y que un potente rebote, exageradamente lejano, dejó a toda la defensa a merced de un efectivo contrataque, dándole al Sacachispas el único gol de la victoria, en un mediodía de domingo inolvidable".
PLIN
. . . .
* relato improvisado a partir de una sombra en el papel cuando volvía de comer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario